Sus orígenes se remontan a la fundación de la villa, aunque a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII se ha ido reconstruyendo y arreglando. Su construcción se atribuye a Juan de Herrera y a Juan Bautista de Toledo, está realizado en mampostería, consta de tan solo un ojo y se adapta perfectamente al paisaje. La importancia de este puente radica en que fue camino obligado de la Cañada Real Segoviana, que era utilizada por la Mesta para desplazar el ganado por España, lo que constituía un fuerte ingreso parea la villa que cobraba un impuesto -el Pontazgo- por el paso de mercancías y ganado.
Por su ojo pasan las aguas del río Manzanares, poco antes de embalsarse en el embalse de Santillana.